23º NÚMERO
DE LA REVISTA LITERARIA
DIGITAL
MENSUAL
NEVANDO EN
LA GUINEA
NºLXVII de
la 2ª etapa/02-05-2012
EDITORIAL
LXVII
El
hombre imaginario: Nicanor Parra
Lo hemos dicho alguna vez: los premios son lo que son,
homenajes a escritores que no sobran, pero podrían ser prescindibles. Un gran
poeta (o antipoeta), Nicanor Parra por ejemplo, no dejaría de serlo, poeta,
narrador, escritor en definitiva, aun cuando no recibiese el Premio Cervantes
este año o el Nacional de Chile en 1969 o cualquiera de los premios literarios
que en el mundo haya.
Nicanor Parra es un gran poeta, o antipoeta. Nadie se lo
puede discutir. Plasmó su punto de partida literario:
Mi posición es ésta:
El poeta no cumple su
palabra
Si no cambia los nombres
a las cosas.
Y
él cambió los nombres a las cosas y los convirtió en antipoesía, del mismo modo
que en física existe la antimateria o en matemáticas los números negativos.
Forma parte de esos poetas de la tradición chilena que revolucionaron la poesía
en castellano, que dieron la vuelta al lenguaje y jugaron con él. No es casual
la influencia que reciben de Lorca, pero tampoco lo es la influencia que Parra,
como antes Huidobro, ejercieron sobre las letras españolas. En general, España
ha de agradecer a América Latina que nos hayan liberado de los corsés en el
idioma. Hasta es posible que merecieran sus escritores, sus hablantes, que
cambiáramos el nombre del idioma y que no se llamase castellano o español, sino
americano.
Nada es más justo que darles premios, ya que existen, a
autores de América, de nuestra América. Cansinos-Assens, en su fabulosa «Novela
de un Literato» ya comenta la presencia de escritores de América en Madrid
–Rubén Darío, César Vallejo, Jorge Luís Borges (nada conocido en los años
treinta)-, un adelanto de lo que luego sería norma. Ahora, desde el punto de
vista, la relación cultural entre las dos orillas atlánticas se ha normalizado
bastante, numerosos autores americanos se conocen y se leen en España con
normalidad, aunque menos de lo que quisiéramos en este lado. A ello, qué duda
cabe, han contribuido escritores como Nicanor Parra.
Nos congratulamos por tanto del premio, esperamos que sea
una invitación para leerlo y conocer esa poesía aparentemente sencilla, pero
profunda, que sin duda será recordada por lo que dice y añora. Porque como dice
el poeta, que supo hablar de lo importante:
Cuando pasen los años,
cuando pasen
los años y el aire haya
cavado un foso
entre tu alma y la mía;
cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre
que amó,
un hombre que se detuvo
un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado
de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú?¡Dónde
estarás, oh hija de mis
labios!
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EL
FANTASMA DE LA SOLEDAD
ES UN
CUBITO DE HIELO EN MI GÜISQUI
Por
Cecilio Olivero Muñoz
MI SOLEDAD SIN DESCANSO
Qué pena me da quedarme aquí
frente a las entrañas vacías de mi soledad,
quedarme aquí, con mi baraja manoseada,
con mi sueño crudo que no acaba,
frente a mis mitos perplejos de hielo,
ante las cenizas que esparcen desgana
con la miseria yerma en mi desconsuelo.
Qué pena me da quedarme aquí
frente a las cáscaras en fermento de soledad,
quedarme aquí, solo y sin reparo,
embutido en el desamparo,
y con la caverna repleta de fantasmas
huidos de frías y desiertas calles que braman.
Qué pena me da quedarme aquí
ante el maniquí olvidado de mi soledad,
no veré flashes en las cuevas opacas,
no cruzaré paso entre destellos sin alma,
solo hallaré un monstruo plagado de vacuidad
sentado a mi lado con su cara eternizada,
palparé en mis manos la huidiza claridad
con una ilusión que siempre se apaga
entre la mortaja rasa y la certeza de la soledad,
que lo mismo asoma como también se amaga,
qué pena me da quedarme aquí
sin lo que tanto me piden y no puedo yo dar.
***
VENGO
Ni quiero ni pretendo
olvidarme de donde provengo,
raigambre del campesinado
y de la iletrada patraña de España,
de los que segaban la cosecha
amparados por su callo,
de los que gacha su guadaña
cortaban espiga de trigo blanco,
de los que sucios en desgana
daban quite al ahidalgado,
ni quiero ni pretendo
olvidarme donde tengo el sesgo,
del Barrancal al Aliagal,
de la candela al fuego fatuo,
de carne viva a puñados de sal
entre sus lomos agachados
y todos a lomos de mulo a destajo,
por si penas anudadas has de llorar
muy tapado, muy por debajo,
cuando en la carne ya se humilla
la astilla como cascajo,
cuando la fiebre es sol sobre sudado
sentencia la pesada cadena
que tiembla torpe sobre las manos,
ni quiero ni pretendo
huir de la plebe ni del proletariado,
que mis cansancios no los vendo
por que me harto de guiso recalentado,
aprendo tras caerme,
aprendo en paz y paso a paso,
aprendo del agreste campo
a entonar un sí ladino, un sí muy cabizbajo
de la simiente primeriza
que cabecea tan despacio.
***
PROVENGO
Despacio, anda el crepúsculo despacio,
soy la raya que dibuja límite y pretendo
en sendos (y en decreciendo) olvidos ácidos,
olvidarme de mi nombre, de mi dote,
de raigambre, de apellidos natos.
Otros olvidan la saga innoble,
lo mojigato de verse tan beato,
olvidan aquel rancio pronombre
que se antepuso al precedente del trato,
sacan pecho como si de tal bronce
blasón esculpieran de abolengo pacato,
se ponen don, se alargan nombre,
cogen prestado estirpe solo un triste rato,
eligen corte, también consorte,
hacen pose en dinástico retrato
en cuanto efigie segura logran lo fijado,
se comen con uña cualquier postre
después de la
ética que se han tragado.
***
MAMÁ SIN DESCANSO
Si Dios insiste siempre tendré que luchar
aunque el triunfo tal vez esté cercano,
me quedó claro que esta lucha sin final
sin rendición, tan en contra del solano,
estoy seguro que todo me ha de llegar,
el amparo, la locura, la fe, el goce insano,
ahora mismo te diría, pues tu dime: ¡Mamá!
¿qué ves de nuevo en mi mirada angelical?
¿Qué ves de nuevo? ¿Qué germen del diablo?
Ya sé que en este mundo llora la bondad,
llora la benevolencia con su moco de pavo.
Mamá, arribo desde la noche desflorado,
lloras mi derrota borracha de pleamar,
lloras mi encierro sustancial en el lavabo.
¿Qué quieres ya? Si ya mi santidad
a otros infiernos ya se la he dado,
no encontraré la paz, nunca tendré paz,
ni conmiseración, ni consuelo, ni lucidez,
soy un triste ángel con un ser desmantelado,
ahora te entrego mi psique, mi flacidez,
mi cuerpo podrido y desproporcionado,
ahora ya no lo exiges, no valen porqués,
solo te tengo
Mamá entre traspiés y sobresaltos,
nunca te cansas, una madre tendré
velando cama eterna, las décimas, mi espanto.
Una madre para siempre yo tendré
y ella un hijo que perdió paraíso por negarlo.
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Final de
viaje
La mujer sintió que se le agudizaba el miedo, la ansiedad,
como un vacío dentro de ella. La cola iba lenta, demasiado lenta, pero
avanzaba, y ella no tuvo claro que era lo que prefería, la lentitud de su
avance o que se acercara de forma irremediable a la cabina de pasaportes, donde
una agente de policía, distinguió que era una mujer, observaba rápida los
documentos y los sellaba. Por un instante le tranquilizó la perspectiva de que
con ella fuera a funcionar igual, una veloz ojeada a la foto, a los datos, a
ella incluso para confirmar que aquella foto era la suya, y un sello colocado
en la primera hoja de su pasaporte nuevo que le permitiría superar la hilera de
cabinas y entrar en el país. Pero de inmediato consideró justo lo contrario,
todos los ojos se posarían sobre ella, como si la esperasen, como si supieran
de antemano que algo no iba bien, como si no cupiera alternativa alguna y todo
le fuera a salir mal, al fin y al cabo no era acaso su propia vida, se
preguntó, lo que hacía aguas desde siempre y ahora, tuvo de pronto la
convicción, las cosas no serían diferentes.
Observó la enorme sala donde se hallaba, techos altos, todo
metálico, con cristaleras que daban a las pistas, una limpieza absoluta,
calculada, nada fuera de lugar, y las personas de la cola, una detrás de otra,
parecían pertenecer al aeropuerto, como si siempre hubieran estado allí y sólo
ella desencajara.
La cola siguió avanzando y sólo tres hombres le separaban de
la cabina. La agente de policía, observó que era bonita, de rasgos finos y ojos
claros, fue presurosa en el sellado de los tres pasaportes. Le tocaba a ella.
De pronto tuvo la sensación de que estaba sola, completamente sola ante aquella
agente, dentro de sí aumentó el vacío, la ansiedad, el miedo. Entregó su
pasaporte y vio como la agente lo abría, observó la foto y la miró.
−Un momento, por favor.
Ya está, se dijo cuando la agente salió de la cabina y se
dirigió a las oficinas que estaban a un lado del amplio vestíbulo. Echarse a
correr era una posibilidad, pero las piernas le temblaban y además no conocía
aquel sitio enorme, la cazarían como a un conejo. Cerró los ojos y comenzó a
orar. «Por favor, Señor. Por favor, Señor. Por favor, Señor».
−Puede acompañarme, por
favor.
Otra agente de policía se le había acercado. Los ojos se le
llenaron de lágrimas, aunque ninguna se derramó por sus mejillas. Empujaba su
maleta con desgana, desistió a tener esperanzas. Todo se acabó. Nada le resultó
más previsible, aunque a ciencia cierta no tenía ni idea de lo que iba a
suceder. Entraron en un despacho pequeño. La agente apartó una silla.
−Siéntese –le indicó con
suavidad, no parecía una orden. Ella se sentó, más bien se dejó caer sobre la
silla, desmoralizada.
−Está en la maleta
–llegó a pronunciar de un modo apenas audible. Esta vez sí que se derramaron
algunas lágrimas por sus mejillas.
−Perdón.
−Está en la maleta
–repitió un poco más alto.
−¿Qué?
−Eso.
La agente le miró como si esperara que ella dijera algo más.
Pero no era capaz ya de pronunciar ni una palabra. Colocó sus brazos sobre su
ombligo, como si pretendiera abrazarse y de nuevo cerró los ojos, aunque esta
vez no consiguió orar ni pensar en nada. La agente habló por el teléfono sobre
la mesa, preguntaba por alguien, no logró entender el nombre, y al cabo de un
momento aparecieron dos policías. La agente salió un momento del minúsculo
despacho, como si buscara una cierta discreción, pero escuchó lo que le decía a
sus compañeros.
−Le iba a hacer la entrevista de inmigración,
pero se ha venido abajo.
Los tres policías entraron. Uno de ellos le pidió que
abriera la maleta. Le ayudaron a ponerla sobre la mesa. La abrió y no hizo
falta que removiera mucho, sabía perfectamente donde se hallaba la bolsa de
plástico que guardaba los tres paquetes. La dejó sobre la mesa y volvió a
cerrar la maleta.
−Podría acompañarnos.
La agente había puesto una de sus manos sobre su hombro. La
miró en ese momento, como si ella fuera en ese instante la única persona que le
acompañaba.
Juan A. Herrero Díez
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SEIS MONEDAS
Por Gonzalo Salesky
- La guiadora está en la puerta, señor.
- Hágala pasar, por favor. ¡Vamos!
La lluvia entró por un segundo en el vestíbulo. El
mayordomo abrió y cerró la puerta rápidamente, para evitar mojarse.
Ella cerró su paraguas y se quitó el piloto. Saludó
cortésmente al dueño de casa.
- Buenas tardes, señor. ¿Cómo amaneció?
- No tengo tiempo que perder. Necesito que empecemos
ahora.
Pasaron a la habitación. Él se acostó en su cama
recién tendida, sin taparse. Ella se sentó en una pequeña silla, a su
izquierda, como siempre. Quince minutos después, comenzaron a soñar.
Él caminaba por un jardín repleto de ángeles, tal vez
recuerdo de un cuento de su infancia. Nubes verdes cubrían el sol. Los árboles,
blancos y negros, se movían a su alrededor como caballos de ajedrez. Luego de
unos segundos de vértigo, escuchó la voz de ella acompañando cada paso.
Siga el camino de flores, sin detenerse.
Él obedeció sin mover los pies, suspendido en el aire
por dos pequeñas alas que salían de sus tobillos. Voló de esa manera hacia el
sendero y llegó hasta el final. Un gran precipicio que nacía a unos metros de
allí le dio pánico. El cielo se había oscurecido, alcanzando un tono púrpura,
como empapado de sangre.
No tema. El fuego va a alumbrarlo en su descenso.
Y así fue. El calor y la luz lo acompañaron por la
escalera de mármol que bajaba, en círculos, rumbo al infierno. En menos de
media hora, él logró encontrar lo que buscaba desde hace tanto tiempo. Y
despertar en paz.
Mientras volvía a su pequeño departamento, la guiadora
repasó en voz baja el nombre de los pacientes que esperaba ver al otro día. ¿O
debía llamarlos clientes? Sus colegas preferían nombrarlos de esa manera, quizá
porque elegían no involucrarse tanto.
Su cabeza estaba a punto de estallar. Se estresaba al
pensar en su horrible trabajo, respetado por pocos y muy mal pago. Además
sentía el riesgo y la presión de jugar con fuego a cada momento.
Entró agotada, tiró el paraguas a la basura y guardó
el piloto, ya seco, en el armario. Mientras veía el retrato de su familia en la
mesa de luz, junto a su cama, volvió a recordar ese sueño, tantas veces
repetido.
Desde pequeña revivía continuamente la misma
pesadilla. En una plaza oscura de su pueblo natal, sus padres la abandonaban.
Los árboles se acercaban con enormes serpientes en lugar de ramas. Mordían sus
pequeños pies, la hacían tropezar y ensuciarse con el lodo. Ella –una niña de
unos siete u ocho años- quería gritar, correr, despertar de ese lugar
siniestro.
Después de mucho tiempo había descubierto la forma de
hallar a su familia: allí, en la hierba, debía acostarse y soñar. Soñar con
ellos. Sólo así volvían a aparecer. Cuando lo lograba, se presentaban en su
sueño, de nuevo en la plaza, regresando por ella. Pero su hija ya no estaba.
Era imposible que la vieran, que se encontraran los tres en el mismo lugar, en
la misma dimensión del sueño. No podían verla, ya que estaban dentro de la
imaginación de la pequeña. Y ella no tenía manera de entrar allí.
¿Por qué no pueden verme?
¿Cómo seguir? ¿Acaso ellos también deberían soñar
conmigo?
¿Cómo hacer para verlos siquiera una vez más, cara a
cara?
Quizá lo que veo por las noches solamente sean
recuerdos, del pasado o del futuro. Si sólo hubiera podido despedirme, antes
del accidente... Tendría que contratar un guiador para mí.
Con lágrimas en los ojos, se sonrió por su ocurrencia.
Mientras miraba la luna llena por la ventana, terminó
de darle forma a una idea loca que rondaba su vigilia. ¿Podría arriesgarse
alguna noche?
Según viejas leyendas, unos pocos habían querido
hacerlo. Ser sujetos y objetos al mismo tiempo, guiadores y pacientes,
protagonistas y espectadores. Pero sin salir con vida del intento.
¿Será tan peligroso como dicen?
¿Valdrá la pena?
¿Alguna vez tendré el valor…
No quiso quedarse con la duda.
Se acostó de lado, frente al espejo ubicado a la
izquierda de su cama. En pocos minutos comenzó a dormitar, tratando de
encontrarse, de abrir esa puerta cerrada por años. De ubicar en su mente aquel
sueño, de descubrir nuevamente a sus padres.
Por fin pudo dormirse. En segundos -quizá en horas-
vio pasar todas sus pesadillas, una a una, delante de sus ojos. Sus cuentas
pendientes, sus secretos más profundos. Su oscuridad, su dolor. Tenía
conciencia de que había empezado a gritar y llorar en voz alta como un bebé,
pero no le importaba. Ya no tenía alguien en su cama para hacerle compañía.
Esta vez nadie podría escuchar ni despertarla.
En ese viaje sin tiempo, volvió a ser pequeña de
nuevo. Esperaba, en aquella horrible plaza, que vinieran a buscarla. Todo
seguía igual. El césped húmedo tocando sus pies descalzos, aquel vestido rosa,
las serpientes mostrando sus enormes colmillos… Aullidos y gritos surcaban esa
noche interminable y el viento en contra le impedía caminar hacia delante.
Como cada vez, no volvían por ella. Y comenzó a
intentarlo. Trató de guiar a esa niña angustiada, de ojos de chocolate y
cabellitos rubios. La acostó en el suelo. Poco a poco, en silencio y con las
manos en su frente, logró hacerla dormir, provocar otro sueño profundo y entrar
en él.
En esa imagen forzada al límite, sus padres regresaban
a buscarla. Con mucho esfuerzo, logró dormir a ellos también y hacerlos soñar
con ella. Y así, por fin, en los sueños de su sueño, pudo reencontrarse con sus
seres más queridos. Abrazarlos, besarlos, decirles cuánto los amaba y
extrañaba.
Ahora, aquella niña y esta mujer ya no lloraban, ya no
sufrían. Dormían y soñaban, reían y descansaban en paz, en familia, como hace
muchos años no ocurría.
Cuando llegó la hora, cerró con seis monedas los ojos
de los tres, para evitar que despierten de ese instante pleno de felicidad, anhelando
que durase para siempre. Los vistió con las mejores ropas, los abrazó por
última vez y se preparó para regresar.
Después de despedirse contó hasta diez, como tantas
otras veces.
1... 2....
¿Podré despertar ahora?
4... 5... 6...
¿Qué diferencia hay entre todo esto y la muerte?
8... 9...
Cuando abrió los ojos, nada en su vida volvió a ser
como antes.
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SELECCIÓN
DE POEMAS
Por Luis
Alberto Chinchilla Elizondo
AGUA FRÍA
Encerraré mi alma,
En un trozo de poesía…
Para que se espinen los
sentimientos
A la luz del día.
Caminar bajo la lluvia
Buscando la alegría,
De mirarte en sueños,
Húmedos mis ojos
Por el agua fría.
Encerraré mi alma
En un trozo de poesía
Para que las mariposas vuelen
Buscando los sueños dormidos
Que descansan junto al azul
mágico
En los pétalos de una rosa
La que desde tu jardín nos
mira
Cada mañana, por nuestra
ventana.
Encerraré mi alma
La que ya no suspira
Porque solo tú
Haces brillar la oscuridad
En mis sueños, con
melancolía…
Nos encontramos por un
momento
Luego tomamos rumbos opuestos
Como golondrinas buscando el
viento.
Me iré a otro mundo,
Buscando el soñar
De un corazón vagabundo
Como el tuyo, como el mío
Si ya no nos vemos
Será por el calor y el frío.
Encerraré mi alma
En un trozo de poesía
El que lanzaré al mar
Olvidando la esperanza
De caminar a su lado
Siguiendo la línea del tren
Bajo el sol de verano
Con el sudor en mi frente
Y una sonrisa en tu mente…
Autor: Luis Alberto
Chinchilla Elizondo
Grecia, Alajuela, Costa Rica
***
MUCHACHA AFRICANA
El sol adorna tu pelo,
Como la nieve.
¡Tu casa!
Una cueva escondida,
Entre piedra y arena.
¡Rosa!
Sólo son cuatro letras,
Que un escritor cultivó.
¡Tu escuela!
Guardada allá, muy arriba
En el cielo,
Cubierta con un pañuelo.
Vives donde las miradas son cadenas secas,
Que se ahogan,
En el tiempo y la arena.
¿Recuerdas a tu abuelo?
Se fue buscando una estrella,
No volvió…
Sus años pesaban más que ella.
¿Dónde dejaste tus muñecas?
Esas que vivían en tu imaginación,
Las que no eran de trapo,
Eran de arena,
Con los ojos cerrados,
Y la boca seca.
Hoy, estabas sentada,
Soñando con la lluvia,
Con la mirada perdida,
Clavada en la arena,
El viento sopla,
Tus labios se quiebran,
Sigues firme, buscando la rosa.
La que cultivo aquel poeta,
La que habla del silencio en el desierto,
De los cielos azules,
De los tiempos bonitos y de las letras,
Que crecieron en una verde pradera.
Autor: Luis Chinchilla Elizondo
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SONETOS
EXQUISITOS
Por
Rodolfo Leiro
OPRESIONES
Yo surqué con mi gánica goleta
los mares en turbión enardecidos,
con un remo de verbos por sentidos
y un duende pergeñado en mi Paleta,
acaso busqué un sueño de taceta
que guarda mis ensueños fenecidos,
y en el centro puntual de mis latidos
un corazón sin dolos de espoleta;
quise hacer de mi tierra otro planeta,
desbaratar su trama de opereta,
despertar los corajes perimidos
y lanzados en tímpanos de atleta
con el brillo imperial de tu chaqueta,
¡gritar tu libertad, sin oprimidos!.
Taceta: caldero de cobre
CONSTRUIDO A LAS 9,55 DEL 31
De marzo de 2012, para mi libro
“Meditando en versos”
***
ESTOY
Yo no pedí nacer, pero
he nacido
en un solar de glosa y de quimera,
y rodando este mundo a mi manera
pude amar sin saber si me han querido;
puse en cada blasón,
este atrevido
paisaje de mis horas en que fuera
un sol sobre la Luna, una bandera,
que tuviere por asta a mi sentido;
la presentí flameando y ya abatido
en el páramo gris de mi latido,
en las noches feroces, sin aliento,
en los sueños del sueño fenecido,
fui fogaril del verbo no vencido.
¡Ve mi beso rotando con el viento!
Construido a las 15,51 del
18 de marzo de 2011
Para mi libro:
“Meditando en versos”
***
EL
POETA
El Poeta es la arteria
independiente,
que está ajeno a la usual
anatomía,
no figura en catálogos o en
guía
ni en la mitra, la secta o el
tridente;
es un foro de música
esplendente
que nutren fogariles de
energía,
es el cauce glorioso de la
estría,
es el verbo, la mística, pendiente
de un glosario de lírica
turgente
erupción de nectario sugerente
que proviene del sol de la
utopía,
se dibuja en la rima coincidente,
en la gloria sublime de tu
mente
y en mi pálpito vital de cada
día..
construido a las 16,22 del
26 de diciembre de 2011-12-26
para mi libro
“Conversando con la Luna”
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POEMAS ESCOGIDOS
Por Francisco Jesús Muñoz Soler
NO HAY RELIGIÓN
No hay religión
con la que me tropiece
cuya interpretación
no esclavice a las mujeres,
será porque todas
están escritas e
interpretadas
por hombres,
y las utilizan
en beneficio propio.
***
ANIQUILAR
LA POSIBILIDAD
Aniquilar la posibilidad
de que en ellas germine
la capacidad de elegir
su propia libertad
incluso antes de que nazcan.
Manipularles la razón
hasta hacerles creer
que es real su libertad
por el amparo sagrado
de un dios
y no se sientan humilladas.
Interiorizarles el
sentimiento
de que son causa y efecto
de pecado
estigma inapelable y
demoledor
que les confina a la
sumisión,
la indignidad y el desamparo.
Criminalizar a las víctimas
hasta tal nivel que la mismas
se consideren innatamente,
potencial responsable
del desenfreno agresor
del opresor.
Eludir la responsabilidad
propia
eximirse del daño causado
asegurarse vitalicios
privilegios
trasplantando sus turbias
intenciones
a las víctimas
que ven a través de sus
córneas.
No existe libertad
sustentada en la opresión
porque esta envuelve
todos los espacios
hasta impregnar de ignominia
a víctimas y verdugos.
***
LA
VERDADERA HISTORIA DE
LA HUMANIDAD
La verdadera historia de la
humanidad
la escriben personas anónimas
con las letras de sus
sangres,
sus sacrificios y sus
sentimientos,
las mismas que no trascienden
a los libros y enciclopedias
pero son las que van dejando
el marchamo de nuestra
evolución
de lo que somos
y en lo que nos vamos
transformando.
***
EN ESTOS TIEMPOS
DE PRODIGIOS
En estos tiempos de prodigios
aún se levantan fronteras
y brotan cretinos
que aspiran a fabricarlas,
en estos tiempos
todavía la humanidad
no quiere entender
que cada uno de nosotros
trasladamos los únicos
limites
que no deben ser traspasados
al menos, si no invitamos
al prójimo a instalarse
en nuestro territorio
y eso siempre es transitorio,
somos zona de tránsito
fluyente de intercambios
de ideas, costumbres y
emociones.
***
EN ESTOS TIEMPOS
DE ALABANZAS
En estos tiempos de alabanzas
de altaneras matanzas y
amenazas,
humildemente y hasta
donde mi voz alcanza
quisiera formular un canto
para iniciar los agasajos
de la celebración de la vida.
Defender la belleza y la
armonía
desde la esencia de nuestro
ser
para que no habite en
nosotros
la deshumanización y los
ultrajes,
que la indiferencia no cuaje
en los veneros de nuestros
territorios
y que la luz divina y la
alegría
alumbre a todos los primeros
días
de la celebración de la vida.
***
HAY
EXCEDENTES DE CRETINOS
Hay excedentes de cretinos,
igual con el cambio climático
se estropean las cosechas
y se extinguen como los dinosaurios,
lo malo es que mueren
matando.
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