miércoles, 2 de marzo de 2011

9º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



9º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA


DIGITAL MENSUAL

NEVANDO EN LA GUINEA

NºLIII de la 2ª Etapa/02-03-2011



EDITORIAL LIII

Renovarse o Morir



El universo 2.0 está muy convulso últimamente. Decimos esto por una información filtrada en la Revista Quimera (en la sección Wireless de Germán Sierra) donde se nos informa del nuevo paso (otro avance más) que ha dado la Cultura 2.0 en temas de complementación en lo que a método informativo, e innovación para con la forma en que leemos literatura, como también, en lo que a adelanto tecnológico se refiere. Esta información de Quimera nos ha llevado al blog de Vicente Luis Mora, y este, a un post (post completo en link): http://vicenteluismora.blogspot.com/2010/11/la-critica-por-las-nubes-si-ya-no-todos.html

En este post se nos dice esto:



Qué es la nube

Según la sabia Wikipedia, “La computación en nube, del inglés Cloud computing, es un paradigma que permite ofrecer servicios de computación a través de Internet. La nube es una metáfora de Internet”.

Desde hace varios años, muchos expertos en computación se dieron cuenta de que, por mucha capacidad y/o velocidad que mostrasen los ordenadores personales, Internet tenía una potencia y unos recursos que permitían que muchas operaciones complejas fueran resueltas extrayéndolas de los PC o Macs personales y solucionadas mediante computación en nube. Primero fueron las empresas, por obvias necesidades de agilización y reducción de presupuestos, quienes aprovecharon esta posibilidad. Luego se ha extendido y también hay aplicaciones sociales o comunitarias que se han desarrollado gracias a la cloud computing.

En un fundador artículo publicado en Wired en 2006, George Gilder exponía que lo bueno de las tecnologías de nube es que su estructura y funcionamiento es muy similar a la del cerebro humano y que tienen la ventaja de que lo sucede en el exterior, en el borde de la nube, dota de inteligencia al centro y lo mejora, realimentando todo el sistema en aras del perfeccionamiento progresivo.



Nubes literarias



En nuestro país hay varias personas que llevan tiempo examinando este tema en cuanto a sus posibilidades para la lectura. Una de las más activas es Javier Celaya, experto en nuevas tecnologías y responsable del portal www.dosdoce.com. El otro día Celaya colgaba un post en su blog sobre la plataforma estadounidense Copia (http://www.thecopia.com/home/index.html), que me pareció muy interesante. Copia no sólo permite descargar y compartir libros en todo tipo de formatos (Internet, teléfonos, lectores digitales, iPads, etc.), sino también compartir sus lecturas. Planteada como una aplicación social, gracias a Copia los usuarios leen un libro determinado, pero también los comentarios, subrayados o anotaciones al margen hechos por otros lectores de la misma plataforma, a los que pueden responder y a los que pueden añadir los suyos propios. El resultado es una especie de comunidad de lectura, donde la valoración y puntuación de otros usuarios de Copia ayuda a elegir libros; los gustos de los lectores con los que uno sienta mayor afinidad o sintonía, a la luz de sus comentarios, pueden orientar a la siguiente compra. El global de comentarios de lectura sobre un libro le da una nueva dimensión a este, al formar una enorme glosa interactiva sobre algunas de sus partes o sobre el texto entendido como un conjunto. De momento Copia no funciona más que en Estados Unidos, lo que no es casual puesto que es el país con un mercado más activo de venta y lectura de libros digitales. Pero esta y otras experiencias pueden permitirnos ya comenzar a pensar en las puertas que pueden abrir a potencialidades insospechadas para la lectura y la crítica literaria.



Posibilidades para la crítica literaria



A la luz de Copia se me ocurren al menos dos posibilidades en las que ésta u otras plataformas similares pueden utilizarse para expandir nuestro viejo concepto de crítica literaria y aprovecharlo en beneficio de una hermeneusis más actual, la edición en nube y la crítica en nube.



1) La edición crítica



Las ediciones de libros, como saben, consisten en tomar un libro clásico o canónico y volver a publicarlo con un prólogo erudito o un epílogo crítico, y poblar el texto de notas que lo expandan

o completen, como la interpretación de algunas palabras oscuras o términos tomados de otros idiomas, o insertando notas aclaratorias al pie. Es un mundo editorial muy protocolizado y cuyos procedimientos, con escasas excepciones, siguen siendo prácticamente los mismos desde hace decenios o incluso siglos, pues no varían demasiado de los comentarios del Brocense a Garcilaso o de los primeros hermeneutas de Góngora. La edición electrónica ha mejorado las cosas, por supuesto, y de este modo existen proyectos como la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, el Centro Virtual Cervantes (aquí, un ejemplo de una Rima de Bécquer editada) o el Proyecto Cervantes de la Texas A&M University, que están elaborando una edición del Quijote en estos términos:



Por lo tanto, concebimos ahora nuestro proyecto en términos no de una edición variorum, sino de un archivo hipertextual capaz de producir y visualizar un sinnúmero de ediciones individualizadas a partir de diferentes textos base, con incorporación dinámica de diversos tipos de variantes, múltiples categorías de anotación y niveles de comentario crítico.[1]



Estos recursos han supuesto un gran avance para investigadores y lectores interesados, pero no hay por qué detenerse, sino seguir buscando fórmulas de trabajo. Ahora imaginemos cómo sería una edición crítica en nube. El lector iría leyendo, en su ordenador, su móvil o su ebook el texto de cualquier libro en su pantalla y podría decidir sobre la marcha qué acotaciones o notas desea leer o contrastar y cuáles no. Estas notas se marcarían con colores o signos pequeños, para no entorpecer la lectura, y una vez abiertas pueden tener un espacio libre, que iría desde la mera referencia etimológica de una línea hasta un ensayo entero sobre la importancia que esa palabra o ese párrafo tienen para la interpretación del autor. Pueden incluirse enlaces a otroas ediciones, así como las variaciones y demás glosas ecdóticas como posibilidad.



La edición puede ser unipersonal, de un comentarista, o de varios a la vez, que vuelcan cada uno su visión sobre el mismo pasaje, por ejemplo. Una edición de las Soledades de Góngora puede hipotéticamente salir en versión digital comentada a la vez por Dámaso Alonso, Robert Jammes, John Beverley, etc., cada uno con sus marcas o notas distinguidas por colores. El lector elige si quiere consultar una nota, todas, o ninguna. Puede además añadir a las presentadas las suyas o las aportadas por miembros (profesionales o no) de la comunidad lectora, que es lo que diferenciaría estas ediciones de la mayoría de hipertextos y ediciones electrónicas existentes, que no son sociales al no permitir la interactividad de modo instantáneo (o la impiden en absoluto). Los trabajos de doctorado de las universidades pueden consistir en la edición colectiva y en nube de un mismo texto, donde el corpus original se enriquece con los debates y las aportaciones de todos. Un coloquio sobre la narrativa de Borges puede acabar siendo una edición digital de uno de los libros (si es que se logra el permiso de los agentes) completada y expandida por todos los participantes del coloquio con sus ponencias, más las intervenciones en los debates. Eso renovaría el conservador formato de las “actas” de los congresos y seminarios. Yendo más allá, las ediciones pueden consistir en la superposición de dos libros. Pienso en el Ulysses de Joyce y en el James Joyce’s Ulysses de Stuart Gilbert, que podrían publicarse juntos mediante una edición en nube, y a su vez perfeccionarse con la publicación conjunta e íntegra del Ulysses anotated de Don Gifford. Estas metaediciones pueden llevarse a todo lo lejos que uno quiera. Con la ventaja de que, al ser comunitarias, son siempre ediciones en marcha, susceptibles de ser ensanchadas y mejoradas por sucesiva oleadas de lectores y críticos, lo que revelaría en tiempo real la relevancia y pujanza de un libro clásico o su pérdida de vigor pasado un tiempo. Frente a todas las ediciones críticas tradicionales, y creo que la inmensa mayoría de las electrónicas (sé que la UOC y otras universidades tienen ediciones electrónicas, pero no puedo acceder a ellas), estas ediciones en nube pueden ser refutadas y a su vez criticadas al estar puestas en comunidad. De la misma forma, los lectores pueden compartir sus anotaciones o las de otras personas en las redes sociales a las que pertenezcan, y pueden establecerse sistemas de avisos automáticos cada vez que se produzca un nuevo comentario o actualización.



2) Cloud criticism: la crítica como edición, como reedición, como versión y como retorsión.



peinar el viento, fatigar la selva

Luis de Góngora



Mientras que lo ya expuesto me parece bastante obvio y predecible, creo que tenemos que usar la imaginación para ver hasta qué punto la crítica literaria puede ser reactivada, actualizada, revivida e incentivada por estas posibilidades tecnológicas. La crítica ha estado asociada desde su nacimiento no tanto a posibilidades de escritura como de lectura. De hecho, su nacimiento histórico como “género” propio suele asociarse a la difusión estable y generalizada del periódico a muy finales del siglo XVIII y principios del XIX[2]. De modo que estos tremendos cambios que se están produciendo en la forma actual de leer necesariamente acabarán teniendo su influencia en el modo de analizar los libros, puesto que la crítica no es más que una lectura de segundo grado, o una lectura profesional de los mismos textos que leen los lectores.



Por supuesto, todo lo anterior referido a la edición crítica apela también a la crítica, puesto que la edición es uno de sus medios. Pero pueden crearse otras formas de conexión entre texto y crítica a través de la nube.



A diferencia de la crítica tradicional, que crea un texto nuevo o diferente frente al texto originario, la crítica nube podría significar una novedosa intervención sobre un texto ya existente. Tenemos, curiosamente, un ejemplo narrativo de cómo podría funcionar la crítica en nube: la novela ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), de Isaac Rosa. En ella Rosa lleva a cabo una valiente retorsión sobre una novela suya anterior, La malamemoria (1999), a la que critica sin reparos con excursos intercalados dentro del propio libro. El mecanismo me parece de una singular potencia para explicar qué sea la autocrítica, pero también la crítica y aun la cloud review: imagínense que además del propio Rosa pudieran usted intervenir el texto, comentar los párrafos de La malamemoria, pero también comentar los comentarios de Rosa, así como los comentarios de otros lectores, e incluso los potenciales comentarios de Rosa a los comentarios de sus comentarios. Sería una selva, sí, pero el resultado es justo lo que toda crítica intenta: ver más, esclarecer sentidos, establecer vínculos, contextualizar, discurrir sobre lo ya escrito, sea para dirimir su alcance o para ensanchar su horizonte de entendimiento. Y ahora, imaginen que todo ese material creado a partir de la novela-origen pueden editarlo, compartirlo, comentarlo, valorarlo, discutirlo o seguir ampliándolo hasta el infinito en una pequeña, grande o inmensa comunidad de lectores interesados. Esa locura, esa imposibilidad, esa maravilla, esas escritura desatada, será la crítica en nube.



Pero podemos seguir pensando otras vías de expansión del terreno crítico. Una de ellas, a través también de las opciones en nube, permitiría a los editores ofrecer versiones enriquecidas de sus libros, como segunda edición especial, donde el propio volumen en su versión electrónica incorpore reseñas consideradas especialmente valiosas sobre el texto. En los últimos tiempos se han editado versiones expandidas de textos como El año que viene en Tánger, de Ramón Buenaventura (edición electrónica), o El viajero del siglo, de Andrés Neuman (edición de bolsillo en papel), que venían completadas por textos de los propios autores y de otras personas, referentes a las ediciones originales. En el caso de la de Buenaventura se incluyen incluso ensayos y entrevistas con el autor sobre la novela. Este enriquecimiento textual contribuye a crear un horizonte de sentido sobre los textos que, en principio, en la crítica en nube, debería agrandarse también a las reseñas o críticas negativas, no sólo a las favorables, siempre que ambas fueran interesantes. Habría diversas formas de editar la crítica dentro de la edición electrónica, pero sería interesante que cuando la reseña se refiera a párrafos o pasajes puntuales del libro, pueda accederse a ella desde éstos. Por ejemplo, cuando hubiese una influencia, cita o intertexto no aclarado por el autor de la obra original, se podría hacer una marca en el lugar y aclararlo en nota marginal. La intervención crítica podría ampliarse también a enlazar determinados contenidos digitales que aclaren o amplíen lo escrito. Del mismo modo que en este blog colgamos el vídeo de Dan Graham a que DeLillo hace referencia en su novela Point Omega en nuestra reseña de la obra, esto puede hacerse en los lectores digitales de tercera generación y el lector puede tener una idea clara de a qué se está refiriendo el autor con la alusión. Si en la obra se habla de un óleo famoso, puede insertarse como cita la imagen del mismo (si los gestores de derechos lo permiten, claro, como siempre). De nuevo aquí los lectores podrían subrayar, seleccionar, comentar y compartir todos y cada uno de los materiales incorporados.



La crítica en nube admite más posibilidades. Otra es la edición de un libro comentado por un crítico. De la misma forma que los deuvedés admiten desde hace tiempo una versión de la película con los comentarios del director o los actores, no es imposible una edición electrónica crítica de la obra que vaya explicando o comentando el libro. La segunda lectura, supuestamente autorizada, está ahí en segundo plano, sin entorpecer la primera. Sólo cuando el lector quisiera aparecería, quizá al margen o subimpresionada, la lectura crítica, que estaría especialmente indicada para las relecturas del libro o para lecturas de investigación.



Cuando se habla de la autoedición (esto es, de la posibilidad de editar el propio libro sin intermediarios) a través de la Web, siempre se apela a un gran problema: al desaparecer el editor, no sólo desaparece el “impresor”, sino que también y de forma fundamental se esfuma la persona que cuida la edición, que revisa el texto, que detecta contradicciones no atisbadas por el escritor, que procura el equilibrio y elimina errores de todo tipo, desde la estructura de la obra a la sintaxis. Un buen editor es el mejor aliado posible de un escritor, como bien saben todos los que han tenido la suerte de tener uno o varios buenos. La autoedición, por el contrario, confía el acabado final a la persona que hace el primer acabado, lo que siempre es peligroso, sea porque los autores no tienen la necesaria autocrítica o porque no tienen el necesario conocimiento de su propio idioma (lo que sucede más de lo deseable, por increíble que parezca). La figura de un crítico podría ser una solución a este problema, ya que en cierta forma un buen editor es el primer crítico de la misma. Si un escritor publica en su web su propia obra sin intermediarios nos hará sospechar, pero si esa edición viene avalada por el comentario en nube de un crítico reconocido, podrá restaurar la confianza del lector, ya que entonces es el crítico quien pone en juego su prestigio, al lado del autor.



Otra posibilidad serían las ediciones de crítico, en que sin el rigor académico esperable en una edición crítica, un crítico elabora un comentario constante a una obra o a una figura que conoce a fondo. Pienso en una edición de Bolaño hecha por Echevarría, o una de Julián Ríos hecha por Julio Ortega, en la que comentarios incluso personales y no literarios se sumaran al texto, ampliando de forma extraordinaria el horizonte de recepción y comprensión. Muchos críticos o escritores han escrito páginas memorables recordando cómo tal o cual amigo escribió determinado párrafo o motivo o personaje de sus obras. Esos textos u otros similares, encargados al efecto, podrían suponer otro modo de reeditar clásicos o de publicar textos inéditos con un mayor aliciente para posibles compradores. Una edición de Rayuela donde veinte o treinta escritores conocidos relatasen cómo vivieron el primer encuentro con ciertas frases, párrafos o personajes, en glosas anotadas sobre el propio libro, constituiría una maravillosa forma de releer la novela de Cortázar.



Estas son algunas de las posibilidades que se me han ocurrido a vuelapluma, pero seguro que hay más. Tantas como lectores o como libros. La crítica en nube nos pone a las puertas de posibilidades con las que antes no habíamos ni siquiera soñado. A las aquí defendidas crítica-red y crítica-blog se une ahora esta desmesura en nube que tiene la ventaja de ser democrática y horizontal, eliminando las jerarquías o dando al menos los instrumentos discursivos y técnicos para ponerlas en cuestión. Nunca los libros habían podido ser tan libres, y tampoco la crítica literaria. Si, como decía el gran Cyril Conolly, “el objetivo del crítico es vengarse del creador”, ahora tiene este instrumentos para resarcirse de la venganza de aquél, y aquél de acrecentar la suya a cada párrafo, a cada frase, de cada obra de cada escritor. Y nosotros, como lectores, medios para vengarnos de unos y otros. O de aplaudirles, claro.









[1] Cf. Eduardo Urbina, Richard Furuta, Rajiv Kochumman y Eréndira Melgado, “La edición electrónica variorum del Quijote: avances y estado actual”, Proyecto Cervantes, Center for the Study of Digital Libraries Texas A&M University, accesible en http://cervantes.tamu.edu/pubs/AC-Roma1.pdf.

2[2] T. W. Adorno, “Sobre la crisis de la crítica literaria”, Notas sobre literatura. Obra completa, 11; Akal, Madrid, 2003, p. 642



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También queremos hacernos eco del Remake de la obra de Borges (El Hacedor) escrita por Agustín Fernández Mallo. Hacía bastante tiempo que este autor no publicaba nada, y ahora nos sorprende con este Remake; sobre el cual nos advierte que no es necesario haber leído la obra de Borges para empezar a leerlo. El Remake saldrá publicado en Alfaguara y saldrá a la venta el próximo mes.





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BALADA NOCTURNA

Por Cecilio Olivero Muñoz



El sueño del amor sufre de miedo

al mostrar su fruto más podrido,

por eso es sueño, por ello es No.

El sueño del amor es ruido,

es vestigio de sueños a todo color,

es suspiro, es olor presentido,

el sueño del amor es dolor,

es latido fingido y sometido,

es compromiso, es salvaje rol.

El sueño del amor sabe

que todo se pudre al lado

del fermento del amor,

el sueño del amor termina

cuando la cáscara se seca al sol.

El sueño del amor se despierta

cuando la mar le dice No,

el sueño del amor abre su Sí

en la promesa nocturna sin voz,

El sueño del amor sueña

en su invierno, y en su primavera

abre el caparazón en flor,

el sueño del amor es locura,

es orgasmo, es repetida canción,

el sueño del amor

destapa pupilas, descifra teoremas,

se pone disfraces, regala poemas,

se queda a solas con dios,

se doblan fatales las certezas,

se duplican veraces los problemas,

es lo dicho por nosotros dos,

El sueño del amor a nadie

le abre completas sus venas,

ni al amor sin dueño,

ni tampoco yo.





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El aniversario





Era un hombre de aspecto anodino, de aquellos con los que te cruzas y te olvidas al momento, si es que por un casual te fijaste en él. Delgado, algo curvado de espalda, con un bigote que no sabrías decir si era discreto o espeso y gafas que apenas disimulaban una mirada triste, trabajaba desde los veinte años en una inmobiliaria, se casó a los veinticinco con la muchacha que le cayó en gracia a su madre, tuvo dos hijos, niño y niña, la parejita ideal de la clase media, poseía un apartamento relativamente amplio en un barrio de trabajadores y pequeños comerciantes, el cual consiguió con ciertas facilidades de su propia empresa, de vacaciones aprovechaban la casa familiar en un pueblo del interior del país, y su vida transcurrió sin grandes sobresaltos ni aspavientos, más allá de los incidentes cotidianos de la existencia, la muerte de alguien próximo, amigo o pariente, alguna gamberrada de los hijos, no excesivas pues por fortuna, valoró, habían heredado su carácter calmo y algo temeroso, porque él se consideraba temeroso, aunque no miedoso en sentido estricto, le asustaban, eso sí, las eventualidades de la política o del orden público, el peligro de la violencia inusitada, desconfiaba de sus semejantes, creía que en cada persona había un engendro de ira que podría desatarse de pronto y de un modo irracional, ira que podía brotar en cualquier momento, aunque no tuvo que sufrir muchos trances a lo largo de los años pasados, consideraba como la gran contrariedad de su existencia el robo del apartamento familiar, lo que descubrió a la vuelta de las vacaciones de primavera y llegó a agobiarse por los trámites que hubo que realizar, denuncia en comisaría -le angustió la mucha gente afectada por el desorden público y que esperaba turno para la correspondiente denuncia, lo que le mostró bien a las claras lo peligroso que era el mundo-, luego estaban las gestiones ante el seguro, las visitas tanto de agentes policiales para encontrar huellas como de los peritos de la compañía de seguro para valorar los pocos daños en el mobiliario, los muchos impresos que hubo que rellenar, pero sobre todo el temor que se le quedó en el cuerpo durante semanas cada vez que abría la puerta y se imaginaba que iba a encontrar su hogar de nuevo destartalado y dañado.

No obstante, siempre consideró que su vida iba a transcurrir tranquila, una línea recta en la que todo era predecible. Y así fue, sin duda, hasta su cincuenta y un aniversario, que celebró durante sus horas centrales como siempre, discretamente, sin ninguna novedad, como correspondía a un día de trabajo, recibió los regalos correspondientes, de su esposa y de sus hijos por la mañana, con el desayuno, de su hermano por la noche, cuando fue a la cena en su casa, invitado junto a su esposa y su hija, de sus compañeros de despacho nada más llegar a la oficina. Catorce años para jubilarte, comentó alguien ese día, y todos rieron el comentario, sin saber muy bien dónde estaba la gracia, porque al fin y al cabo, pensaron todos, en efecto transcurrirían catorce años y se jubilaría, y sus hijos habrían acabado sus estudios, se colocarían y tal vez ellos, su esposa y él, pasarían más tiempo en su pueblo del interior, pasearían, pero sobre todo disfrutarían con tranquilidad la vida que llevasen. Esa será mi vida, en efecto, aparentemente era lo que pensó, aunque le sobresaltó sentir no poco desapego, un sentimiento de extrañeza, eso ha sido mi existir, se dijo, sin saber muy bien si era bueno o malo que las cosas hubieran transcurrido como transcurrieron, y si en el fondo se sentía bien o mal, frustrado o feliz por todo.

Se fue acrecentando a lo largo del día esa sensación de absoluta extrañeza, se mantuvo más taciturno, más reconcentrado, más discreto, disimulándolo con la concentración en el trabajo. Algo se cuajó en su interior, no sabemos muy bien qué. Salió del trabajo a la misma hora de siempre. Tomó el autobús y se mantuvo pensativo, sin que sepamos que era lo que esa tarde le tenía tan reconcentrado. Había algo que decidir, algo importante, al menos ese es el aspecto que poseía, el de quien ha de tomar una decisión importante. Llegó a casa y se encerró un rato en su cuarto, mientras su esposa preparaba todo para la cena. Por la noche, en la mesa con su mujer, con sus hijos, con su hermano, su cuñada y su sobrina, lo anunció: dejo el trabajo, me marcho, solo querida, añadió dirigiéndose a su esposa, a sus hijos, lo siento, tuvo que afirmar cabizbajo tras un tenso silencio. Ninguno de la mesa pudo reaccionar mientras él se levantaba y con la misma parsimonia de siempre se colocaba la chaqueta gris y se marchaba de pronto de la casa tras agarrar la bolsa de viaje que estaba junto al sofá y en la que nadie, hasta ese momento, había recaído.



Juan A. Herrero Díez





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LEYENDAS DE LA MANO

DE

CRISTIAN CLAUDIO CASADEY JARAI



La Leyenda del Puente de Piedra



El clima del pueblo era realmente caliente. Ese día en especial había sido demasiado sofocante, tanto que no había agua alguna capaz de calmar la sed de Pedro, el jornalero.

El trabajo en el cafetal había sido especialmente duro esa vez. Las alimañas picaban sin cesar su sufrido cuerpo. Las gotas de sudor que se deslizaban por su frente nublaban su fatigada vista. Por suerte sus labores ya habían concluido. La noche se acercaba sigilosamente.

El patrón, satisfecho con las tareas realizadas por Pedro, resolvió obsequiarle un gallo muy obediente y fortachón. Pedro estaba muy feliz con semejante regalo, por lo que agradeció mucho a su jefe y emprendió su recorrido.

El camino hacia su hogar era largo y sinuoso. Las montañas parecían burlarse del hombre, quien en su pesar no hacía caso alguno de las bromas de la naturaleza indómita.

El manto oscuro y estrellado le jugó una mala pasada. La falta de luz hizo que Pedro equivocara su trayecto, por lo que llegó hasta un río cuando se dio cuenta de su error.

- ¡Qué me lleve el diablo! ¡Maldita sea mi suerte! – Gritó lastimosamente Pedro.

Un repugnante olor a azufre impregnó todo el ambiente. El Demonio en persona había acudido ante el llamado de Pedro, quien transpiraba todavía mucho más que antes.

- Ayúdame Satán – Dijo Pedro.

-Aquí estoy a tu servicio – Contestó educadamente el Diablo. Pedro nunca imaginó que el famoso Príncipe de las Tinieblas era un tipo fino y educado, con buen porte y muy elegante.

- Conozco tu problema y sé que te has perdido. Puedo ayudarte a llegar a tu casa a cambio de un favorcito – Habló con cierta malicia el Maligno.

- ¿Y qué quieres de mí? Sólo soy un pobre jornalero que no tiene fortuna, mi único deseo es retornar a mi ranchito con mi esposa y mis queridos hijitos – Replicó con pesar Pedro.

- Construiré un puente de piedra sobre este río a cambio de tu primogénito.

Pedro lo pensó detenidamente. Necesitaba aquel servicio, pero el amor a su hijo no le permitía realizar semejante sacrificio cruel.

-Está Bien Satán, pero con una condición –Sentenció Pedro – Debes terminar el puente antes de que cante mi gallo al amanecer.

- Muy bien, que así sea entonces – Exclamó impaciente Lucifer.

Con todas sus fuerzas el demonio sacó y sacó piedras desde las profundidades de su Reino. La velocidad de Belcebú era verdaderamente escalofriante. Pedro estaba anonadado con el espectáculo infrahumano que transcurría ante su vista. El gallo se había despertado y miraba como el Diablo trabajaba sin cesar.

Ya casi estaba por amanecer. El Demonio sonreía placenteramente al instante en que sólo le faltaba colocar la última roca en el puente. Pedro, ni lento ni perezoso, hizo cantar de un puntapié al pobre gallo, quien lanzó su quiquiriquí como si fuera el último. Lucifer, engañado, se refugiaba en el abismo del Averno, mientras Pedro soltaba grandes carcajadas.

-No debí de ser tan confiado. Me has ganado en verdad, hay gente más deshonesta que yo – Pronunció Satán.

Y así fue como el famoso Puente de Piedra fue creado hace muchos, pero muchos años.

***



La Leyenda de la Iglesia Metálica



Hace mucho tiempo atrás, un barco holandés naufragó en las costas caribeñas de Limón. Lo extraño es que no había un solo tripulante, solamente un gato negro que maullaba desconsoladamente sobre la proa de la nave.

Las autoridades limonenses inspeccionaron la embarcación tratando de hallar la bitácora o alguna otra documentación, lo cual fue completamente inútil. No había ningún indicio. Lo que todavía era más llamativo era la carga que transportaba el navío: Enormes piezas de metal y un plano correspondiente a una singular iglesia metálica, edificación por entonces desconocida en la zona.

Los limonenses se miraban unos a otros confundidos: ¿Qué hacer con semejante cosa? Estaban en ese dilema cuando llegó un forastero, quien pidió que le vendiesen el metal. Al no haber más pistas que una bandera holandesa y el plano, los limonenses resolvieron realizar la transacción. El feliz comprador emprendió un duro viaje hasta el Valle Central, en donde levantaría tal Iglesia en honor a la Virgen de las Mercedes. Lo curioso fue que el gato nunca se separó de la edificación hasta su misteriosa muerte, pues pueden observarse las manchas dejadas por sus patitas por el altar, como esfumadas en el aire. Por más que se limpien o se cambie la madera nunca desaparecen.



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EFEMÉRIDE Y CONCLUSIÓN

Por Cecilio Olivero Muñoz



RECORDATORIO-11



Hoy es 11 de febrero de 2011.

Hoy es el día en el que el terrorismo

dicta sus sentencias más crueles

sobre una parte de la humanidad.

Aniversario del exterminio.

Hoy es día 11 y no ha habido

ningún atentado contra inocentes.

¿Ningún atentado contra inocentes?

Todos los días se atenta

contra los inocentes del Mundo.

¡¡TODOS!!



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LLEGADO A ESTE PUNTO



Llegado a este punto

también he comprendido,

que a todos nos duele

nuestra propia verdad.

Es difícil entenderlo

para quien inusitado alberga

la profanada duda

en pos de su contrariedad.

Llegado a este punto

nadie debe ser culpable,

cada hombre encuentra

su lugar en el que estar.

Llegado a este punto

cada cual con su verdad.



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LA DANZA DE LAS PALOMAS

Por Ana María Manceda

Cuento SELECCIONADO POR CERTAMEN INTERNACIONAL PARA ANTOLOGÍA “POETAS Y NARRADORES CONTEMPORÁNEOS 2007” EDITORIAL “ DE LOS CUATRO VIENTOS”. Buenos Aires 2007.







Lily gira, su falda se ondula como las alas de las palomas que siguen su vertiginoso bailoteo. De sus manos caen sembrando de luz las semillas que alimentarán a las más sagaces y apresuradas. Esos momentos eran los más felices del día, luego venían las obligaciones del orfanato, el aseo, los estudios, la rígida disciplina. Lo único que la perturba en su vuelo de libertad era la mirada de un mendigo que solía acurrucarse en la entrada de coches que daba al patio del convento y la miraba conmocionado. La imagen de Lily dando de comer a las palomas mientras ejecutaba su danza desde una música inasible y misteriosa lo fascinaba, pero ella seguía con su ritual, sabía que era inofensivo. Cuando las campanas de la iglesia sonaban a mediodía terminaba la magia del juego. El padre Jaime bajaba desde la torre, donde tenía sus habitaciones, la tomaba de la mano y juntos se iban al encuentro de las otras huérfanas, era la hora del almuerzo. El mendigo sentía que el sol se opacaba, la jornada perdía su brillo, las palomas ya no danzaban, deambulaban sin dirección, emitiendo sonidos irritantes para luego cobijarse en los techos del orfanato y la cúpula de la iglesia.

Los años pasaron, el mendigo vio el máximo esplendor de la niña en su juventud, sus juegos con las palomas parecían una bella pintura de la primavera. Pero había algo discordante en esa serie de imágenes que él había observado durante años, cuando el padre Jaime venía a buscarla ya no la tomaba de la mano y ella transmitía la rigidez de una estatua, sumisa iba junto a él, la oscuridad del día comenzaba en ese instante. Con el tiempo sintió que el brillo se ensombrecía cada vez más hasta que dejó de verla. Pero él seguía allí, esperando la misericordia de los transeúntes. Con el tiempo las palomas se fueron apoderando de todos los techos del edificio, hacían insoportable la vida de los habitantes del orfanato y de la iglesia que se situaba en su interior, durante el día cubrían todo el patio de piedra en el que otrora la niña jugara feliz. Lo que no cambiaba en ese paisaje denso y agobiado eran las campanadas de la iglesia, como ignorando los hechos sucedidos en esos años.

Una noche de tormenta se sintió crujir el techo de la habitación de Lily, carcomido por el tiempo y las palomas, asustada bajó a pedir ayuda al padre Jaime cuyas habitaciones se encontraban en el piso anterior al suyo, el sacerdote corrió por las escaleras, temiendo que cayera parte de la techumbre. La joven subió tras él, cuando entró en la habitación vio al hombre asomado a la ventana, el estruendo de los rayos y el estrépito causado por el desprendimiento del alero de la ventana en su choque contra el patio de piedra la aterrorizó, en un instante intuyó el infierno que tanto le habían inculcado en los años de orfandad, años que sesgaron su inocencia, su libertad. Ese hombre vestido de negro, inclinado hacia el lugar donde ella creyó atisbar un mundo de esperanzas, iluminado por la luz de los relámpagos, se le asemejó al demonio. Resuelta, inmutable, serena, se acercó y con toda la fuerza que le daba el odio almacenado en su cuerpo, lo empujó.

El viejo mendigo, contraído, resguardado bajo el pórtico, vio la figura de un ave gigante, encendida su negrura por las luces de la tormenta, volar de manera azarosa y frenética, hasta verla horrorizado estrellarse contra las piedras. Sintió un intenso frío interior, como el frío vacío de una época que huía. El ruido del cuerpo al caer quedó mitigado por las campanas de la iglesia que comenzaron a tañer, anunciando las doce de la noche. Las palomas, obcecadas en sus sombras, estaban quietas y en silencio.



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NADA MAS LEJOS





Por Rosy Paláu

(México)



De quièn tus manos,

los libros,

la vieja silla,

de quièn el amor

que te ha guardado

en ese cuarto de cosas simples

donde la sombra de todo

se vuelve un patio

y la ventana

un vestidor de nubes sencillas.

De quièn los pàjaros

que atraviesan el sitio

repetido de tu sueño

cuando cierras los ojos

y estàs descalzo

esperando el aguacero.



Te veo jugar

con un juguete de palo

en la tierra de un retrato,

ha cambiado tu silencio,

hoy es màs hondo,

como si se hubiera soltado

la barca

de la orilla del rìo

de tu deseo

y sòlo pudieras cruzarlo

imaginando.



El payaso de trapo,

el dibujo casi borrado

de una sandìa.

Guardas quizà demasiado poco,

guardas lo que es de nadie

y tienes un àrbol

del que cae el sol

como una fruta.



De quièn la luz que enciendes

y cae sombrìa

sobre un papel donde el silencio

se pone viejo

de tanto cruzar el camino

de las palabras.



No hay nada màs lejos

que estar solo,

detràs de la puerta,

a la deriva de un espejo,

nada màs lejos

que quedarse en la remota

habitación de un beso.



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POEMA

FRANCISCO JESÚS MUÑOZ SOLER









EL AMOR NO ES PARAÍSO



El amor no es un paraíso, es la perdida

de conciencia de la personalidad.

ANTONIO GALA



El amor no es paraíso, sólo

en el platónico mundo es edén

donde los dioses disfrutan deleites,

en nuestro árido mundo

es despojo de conciencias, se desgajan

trocito a trocito cual Pulgarcito

depositando en el transitado camino

gajos de nuestra disminuida personalidad,

para cuando el primigenio fuego disminuya o desaparezca

tener norte de regreso al origen.





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TEXTOS DE MAXIMILIANO SPREAF

(Entrevista de este autor publicada en la revista)



Rebaños



Nublas el sol del mediodía, pariendo estrellas,

Sin bocas, sin ojos, sin manos, que astucia la tuya!!

Dejarnos mudos, ciegos y profanos!

Roja sangre en los canales, acueductos, manantiales,

Víboras negras, amarillas, azules, rojas y verdes,

Casas muertas de tanta mierda suelta, de hijos de padres,

De lectores, de rebaños que corren para el mismo lado siempre.

Mangas cortas, pechos helados, puntiagudos, icebergs

Quebrados, mustios, quemados, cortados, manchados.



***



Jeringas



Me diste la nada para que la envuelva en celofán

Y te la reenvíe por mail a tu cuenta inexistente.

Mi chica, eras, dijiste. Cerremos esta historia de la peor forma.

Odiándonos.

Caliento motores ahora.

Traigan jeringas que venas sobran.

Las venas que admirabas.

De las que bebiste mis palabras, que boyan en mi sangre, por

ellas.

No me gusta la gente tranquila. No me gustan los cobardes.

Ni los que dedican 20 años a ser alguien que no serán nunca.

Y se pierden lo mejor de pasar por este lugar de tristeza oral.

Yo así te suelto los dedos, no sos nada. Ni corres ni flotas.

Traigan jeringas que Belfast me queda a la vuelta de mi casa.

Vos podes seguir de snob en Leiden, perdiendo.



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1492 (Las despedidas)
Por Cecilio Olivero Muñoz


COMPRENDÍ LA TRAGEDIA



Cuando te vi por vez primera

comprendí el hallazgo eterno de los conquistadores,

también el de los conquistados,

comprendí un hemisferio con sueño, ensueño y vigilia,

comprendí que tu sonrisa de collares

era un cielo de brillantes mañanas por devenir,

los te quieros nos esperan en la calle

pero los desoímos porque no necesitamos exhibirnos,

las locuras nos esperan en los umbrales,

en los quicios y en los resquicios,

los desquiciados que un día fueron, ya se extinguieron,

las palabras son dudas, pero las dudas

se desarman de flojas porque adonde no hay sí o no

no hay mundo de futuro y realidad.



***

EN EL CEMENTERIO
A mi abuela, María R. Fuentes Bonillo
In Memoriam



Y no digas nada, silencio. ¡Silencio! ¡Silencio!

El silencio de los cementerios viene perpetrado

por el sanguíneo respeto que los vivos le guardan.

Y le deben su silencio como plegaria de vida.

No digas nada o despertarás al alma ciega

entre el gas del fantasma y la música del vacío.

Despertarás su alma ciega y todo será rutina,

todo será fingida lacrimosa ante tus ojos puros.

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