sábado, 24 de enero de 2009

23º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA NEVANDO EN LA GUINEA



23º NÚMERO DE LA REVISTA LITERARIA
NEVANDO EN LA GUINEA
NºXXIII 24-01-2.009

EDITORIAL XXIII
Porvenir en blanco y negro

El pasado 20 de Enero Obama fue nombrado oficialmente presidente de los Estados Unidos con una puesta en escena espectacular. Parece que en épocas de crisis se acentúa la necesidad de luchar por abrir espacios a la esperanza, aunque nos puede dar la impresión de que haya algo forzado en ese intento. Ya en su momento, sin embargo, expresamos nuestro escepticismo por este nuevo líder que, aun cuando aporte aires nuevos, y frente a Bush no resulta difícil que cualquier cosa parezca esperanzadora, no obstante muchos nos tememos que no va a aplicar ninguna política nueva a favor de los oprimidos, de los pobres, de esa mayoría silenciosa que asiste a la crisis no sin cierto pánico. Que quede claro que nos gustaría equivocarnos.

Pese a todo, aceptamos que la presidencia de Obama ya tiene en el ámbito de lo simbólico un aspecto positivo: es el primer presidente negro en un país cuya esclavitud quedó abolida el 1 de Enero de 1863 mediante una Declaración de Emancipación que se ratificó en Diciembre de 1865, esto es, hace 144 años. No podemos menos que recordar la tragedia de la esclavitud en general y la de los negros en particular. Millones de hombres y mujeres africanos fueron transportados a América para trabajar como esclavos y no creemos exagerado afirmar que en gran medida la riqueza acumulada en Occidente durante los tres siglos siguientes a la llegada de Cristobal Colón a América descansa en buena medida sobre los hombros de millones de esclavos. La riqueza en América y Europa costó demasiado sufrimiento y el de los negros es desde luego una de las expresiones más trágicas.

Por tanto, reconocemos que la llegada de Obama a la Presidencia de los Estados Unidos es un homenaje a todos aquellos esclavos que trabajaron en aquel país, y por ende en todo el continente, y supone un pleno reconocimiento a todo aquel movimiento abolicionista que durante años luchó por la dignidad de la humanidad, movimiento que tuvo sus nombres, entre los que destacamos los de John Brown, William Lloyd Garrison y el de la escritora Harriet Beecher Stowe, autora de “La Cabaña del Tío Tom”, pero en el que participaron muchas personas cuyos nombres, hoy, no conocemos. Nos parece justo recordar que en una historia tan horrible hubo, sin embargo, personas que levantaron su voz para clamar contra la barbarie y actuaron, como los cuáqueros u otros movimientos de emancipación, por un mundo de justicia.

Evidentemente, nosotros vinculamos también el abolicionismo al movimiento de emancipación africana que un siglo después luchó por la libertad y la dignidad de los pueblos de África. Amílcar Cabral, Thomas Sankara, Agostinho Neto o Nelson Mandela, entre otros muchos, aportaron su lucha y su conocimiento para que la ignominia de la esclavitud y el colonialismo quedaran definitivamente abolida. Hubo también un gran movimiento cultural que se desencadenó a partir de esta corriente liberalizadora, un movimiento que no fue, desde luego, homogéneo, y para ejemplo la polémica sobre la Negritud defendida por Léopold Sédar Senghor, Berago Diop o Aimé Césaire, pero rechazada por Wole Soyinka. A todas luces, las discrepancias fueron resultado de la amplitud de una realidad que debe tener hoy su continuación.

Hablar de una cultura negra o blanca (o china, o india) nos parece hoy limitar la expresión del ser humano. Sin embargo, puede ser una referencia más para un magma de autores y artistas en general que, en buena lógica, han de influirse unos a otros. Esta es nuestra apuesta.






MERA COMPAÑIA

Hoy hemos discutido,
por nada, por memeces, por tonterías.
Te miro con el rabillo del ojo y te veo desolada,
solitaria, desamparada, gimiendo vacíos delante de la televisión.
Te veo cambiar de canal,
perdida, aburrida, buscando luces en los rayos catódicos,
vas recorriendo todos los canales.
No te paras en ninguno,
ninguno te satisface, ninguno te gusta.
Te paras en uno de cocina, pero no, no te quedas,
sigues con uno de cantantes, te vas por los bulevares de la risa,
pero tienes muy pocas ganas de reírte, pasas hacia otro de bricolaje, pero no, no te satisface.
Te vas a la cocina coges un vaso de mazamorra,
te lo comes con pesadumbre, te incorporas suspirando,
cambias de canal constantemente.
Terminas la mazamorra.
Dejas el vaso vacío en la mesita.
Cambias de canal huyendo de la monotonía,
escapas de las crónicas rosas sumergida en un bostezo,
vuelves a cambiar, te levantas, te vuelves a sentar,
te cruzas de piernas, te rascas la barbilla,
miras un programa de noticias, pero uff,
demasiada sangre y violencia.
Me miras de reojo, yo finjo no mirarte.
Disimulo en mi ordenador haciendo no sé qué cosa.
Sigues buscando una aurora descalabrada a pedradas de alegría,
sigues cansada el camino hacia la luz,
te veo desvalida, derrotada, indefensa, miras y no ves,
haces como que miras.
De pronto, disimuladamente te miro,
te has dormido.
Te veo plácida durmiendo entregada a la cúspide
de un sueño efímero y transitorio, de paso, por si acaso, fugaz.
Entonces me quedo solo. Ya no tengo tu mirada.
Ya no estás conmigo. Estás como un ángel.
Estás totalmente esparcida en el sofá.
Estás como un niño lactante durmiendo su nada.
Estás entregada a la súbita derrota como en un manantial de tranquila presencia y efluvio de paz sencilla.
Y yo me pregunto: ¿qué soy en tu noche de televisión?
Y suspiro mi verdad desnuda tragando la cruda realidad
de tus noches sin fondo, tus noches opacas, tus noches vacías.
¿Y qué soy?
Pues soy una mera compañía que está a tu lado.
Una mera compañía que te discute, que te increpa, que te quiere.
Tú mientras, babeas tu noche vacía.


Por Cecilio Olivero Muñoz



La Isla


La niña apuntó con el dedo hacia el mar. Dirigí mi mirada al lugar que Suzette me indicaba. Vi aproximarse un velero. Estaba todavía lejos. Distinguí a dos hombres y una mujer, los tres blancos, que realizaban maniobras para aproximar la embarcación al atracadero. Tardarían un rato. Nos acercamos nosotros también hacia el embarcadero cruzando la playa por la que habíamos paseado toda la mañana y que tanto nos gustaba porque en ella hablábamos largo y tendido, nos quedábamos a veces embelesados ante el mar, nos inventábamos historias y sin duda era el lugar más hermoso que conocíamos. Claro que yo conocía más mundo que la niña, que apenas había salido de la isla pero tampoco creo que se planteara vivir en otros parajes.
Suzette me preguntó si esperaba gente, le respondí que no. Estaba ansiosa y emocionada por saber quienes eran aquellos extraños. No eran frecuentes las novedades entre nosotros. Pocas veces llegaba gente a la isla, menos aún blanca. Creo que durante mucho tiempo al único blanco que muchos en la isla habían visto era yo y no sé si me gustaba por una vez romper aquel monopolio. Ellos nos vieron cuando estaban a pocos metros del embarcadero y se quedaron también extrañados al descubrirme. Evidentemente no se esperaban encontrar a un europeo, llegaban con el deseo de ser los descubridores de aquel archipiélago tan apartado del resto del mundo, los primeros en llegar, y de repente se daban de morros conmigo. Imagínense por un momento que Colón, al alcanzar las playas de la que sería La Española, descubriera a un feliz castellano recibiéndole con total parsimonia. Claro que en estos tiempos nuestros ya ningún sitio del mundo está por descubrir, no se puede comparar.
Terminaron de atar su embarcación. De cerca ésta era más grande de lo que nos había parecido un rato antes, desde luego no era un simple velero. Bajaron los tres y se acercaron a nosotros, que les esperábamos en la playa. Nos saludaron. Intentaron hablar en portugués, pero apenas lo chapurreaban. Noté que eran franceses. Yo me dirigí a ellos en su lengua. Hacía años que no la hablaba y me sorprendió gratamente la fluidez con que conseguí hablarles. Mi vida casi monástica, lejos de Europa, parecía no haber mermado mis capacidades de antaño, pensé. Me dijeron que estaban de turismo, querían probar el yate nuevo, nos lo apuntaron con el dedo como si de pronto nos lo enseñaran, no sin orgullo, y se habían atrevido a llegar al archipiélago. Por un momento temí que pudieran ser contrabandistas o alguna cosa así, pero su aspecto les delataba. Les pregunté si pensaban quedarse mucho tiempo y les ofrecí mi morada para pasar la noche si lo deseaban, pero me dijeron que tenían intención de salir a media tarde, regresar al continente, pero agradecieron vehementemente mi siguiente oferta, a la que Suzette se añadió con esa amplia sonrisa suya que impedía muchas veces a cualquier persona negarse a cumplir sus deseos, oferta que no era otra que enseñarles el lugar. No es una isla grande, les anuncié no sin la afectación de quien se identifica plenamente con un lugar pequeño, una patria chica, aun cuando fuera de adopción, se ve en medio día, añadí.
Mientras nos acercábamos a la aldea noté que sentían curiosidad por mí. Sin embargo, yo no estaba dispuesto a satisfacérsela. Tendría que hablarles de mi vida antes de aposentarme en el archipiélago y me esforzaba ya mucho por olvidar mi pasado, por olvidarme por completo del hombre que fui. Por suerte, su buena educación les vedaba formularme preguntas directas. Supe por contra que la mujer estaba casada con uno de los hombres y el otro era un buen amigo de ambos. Se quedaron sorprendidos por la aldea cuando llegamos a ella. Todo, dijeron, estaba muy ordenado y muy limpio, nada que ver con el continente donde todo resultaba caótico. No pude menos que darles la razón. Aquí todo es diferente, les dije reafirmándoles el dictamen. Casi el paraíso, murmuró la mujer. Recordé que yo también había pensado lo mismo cuando llegué. Sin embargo, les comenté como si fuera necesario incluir una nota negativa, muchos de los habitantes habían marchado, habían emigrado a Europa. Era como decirles que no todo era lo que parecía a primera vista era como lo pensábamos, que aunque no nos lo creyéramos, y yo mismo no me lo creía del todo a pesar del tiempo que llevaba en la isla, o a veces no me lo quería creer, había puntos flojos que había empujado a algunos a marchar. No obstante, me callé que sin duda bastantes, por no decir todos, de los que marcharon no serían felices allí donde estuvieran, que recordarían con añoranza la isla. Pero era algo que yo tampoco sabía con certeza.
Pronto nos entró hambre. Propuse comer en mi casa y aceptaron. Se añadió Nemas, que parecía apenas preocupada porque Suzette y yo no habíamos vuelto de nuestro largo paseo matutino y nos había esperado como todos los sábados. Sin embargo, no pareció sorprendida porque llegáramos acompañados por aquellos desconocidos. Hubiéramos podido haber sido secuestrados por piratas, bromeé. Rió. Aquí no hay piratas, me dijo en la lengua local, en todo caso ellos serían más atractivos para los piratas. No pude menos que darle la razón. Suzette, por su parte, parecía encantada con la mujer, jugaba con ella como si se conocieran de toda la vida.
Mientras comimos supe que eran profesionales, abogados los dos hombres, arquitecta la mujer, que vivían en París. Me hablaron de sus vidas y de cómo de pronto se habían visto sumergidos en una existencia sin sentido. De repente, se dieron cuenta de que no podían continuar así y habían decidido buscar alternativas. Les escuchaba quejarse y me pregunté cómo era posible que cuando se alcanzaba un cierto nivel material uno descubría que faltaba algo que impedía la felicidad, la ansiada felicidad tan deseada y tan poco lograda. Y usted aquí de qué vive, me preguntó el marido. Seguían interesados en conocer mi historia, saber por qué había terminado en aquella isla. Pero yo no quería remover el pasado, el mío, sólo a mí me correspondía bregar con mi vida. Doy clases a los niños, me justifiqué, al fin y al cabo tampoco sentía mi vida allí como algo ligado al trabajo. Un maestro, dijeron a la vez. Sonreímos. Ahí quedó todo.
Les acompañamos hasta el barco después de una muy grata sobremesa. No querían que se les echara la noche en alta mar, por lo menos querían ver las luces de la costa. Habíamos charlado como si fuéramos viejos amigos que pasan juntos un sábado por la tarde. Les vimos partir y alejarse de la isla poco a poco. Mientras volvíamos a casa, Suzette me preguntó a qué me dedicaba yo en Europa. Le acaricié el pelo. Le propuse una carrera y sin avisar salí corriendo mientras ella, detrás de mí, se reía a carcajadas.

Juan A. Herrero Díez



CRÓNICA NEGRA
DEL GRAN HERMANO XIII

Vamos todos a ver el escaparate repulsivo
del raiting vencedor arropados en el filo frío del cuchillo
en el horario masivo de media noche de gala.
Veamos el espectáculo inofensivo
de ver a la presentadora del reality show en pleno ejercicio
de una moral pachorra y viejarrona
resumida en unas breves notas de petulante prepotencia.
Todos verán el edredoning mascachapas
de la puta de España con el machito musculado
que se envalentona solamente cuando va borracho.
Siéntense y vean la burda mentira de la realidad estupefacta.
Acomódense sin hacer zapping
y vean como los viciosos productores televisivos
usan a la juventud,
con la varita mágica de la ley del embudo,
como si fuesen monigotes de trapo que golpear como a un saco.
Apresúrense a ver la tórrida escena de la chabacana
del extrarradio pelear con la mentira del mundo
en una ordinaria riña de verduleras pregonando carencias.
No se asombren de nada.
Esto es el pan de cada día.
El Amén es una escalera de luz
que buscan los chicos deseosos de fama efímera y rentable
desnudando su alma si fuere preciso,
perdiendo la dignidad si se lo piden, humillándose si encarta.
Cuando junten los cuatro duros para montar un pub donde
las chiquillas se abran de piernas y los afortunados sean alcurnia,
de nobleza de bambolla y ralea con aire de grandeza,
se impartirá la lección magistral y elitista de la estrategia
inteligente de brincar como un mono.
Vean y disfruten del orgasmo hecho sueño de oropel
con que engañan a los niños tontos y torpes.
¡ATENCIÓN, ATENCIÓN!
Conectamos en directo con la casa:
¡Se ha producido un subidón de audiencia!
Y es que el muchacho musculado se le ha ido la olla
y ha lanzado un aparato conectado a la electricidad al jacuzzi
lleno de agua y espuma de jabón
donde estaban sumergidos varios concursantes del programa.
¡Han quedado totalmente achicharrados!
¡Señoras y señores!
¡Qué buen invento el de la vida en directo!


Por Cecilio Olivero Muñoz





AMOR PLATÓNICO
(Canción)
NAVEGANDO EN EL MAR DE MIS RECUERDOS
MIRANDO CAER LA LLUVIA EN LA ARENA
RECORDANDO AQUELLOS OJOS BELLOS
Y SU LINDA PIEL MORENA.

AQUEL DÍA LA BUSQUÉ EN SU PUEBLO
PUES SU NOMBRE CONOCÍA
Y AÚN LA SIGO YO BUSCANDO,
SU RECUERDO ES MI AGONÍA.

¿DÓNDE ESTÁS?
¿POR QUÉ NO ME RESPONDES?
Y CUANDO EN SUEÑOS TE LLAMO
NADIE CONOCE TU NOMBRE.

PORQUE ESTE AMOR CALLADO
ME AHOGA EN SILENCIO,
SOÑANDO ESTAR A TU LADO
AUNQUE TÚ YA TIENES DUEÑO.

¿DÓNDE ESTÁS?
MUJER DE MIS ENSUEÑOS
PARA ESCRIBIRTE LINDOS VERSOS
COMO ANTES YO LO HACIA (coro)bis
PORQUE TE SIGO AMANDO
CADA NOCHE, CADA DÍA.

CON ANSIAS PIDO AL CIELO
BORRAR DE MIS ADENTROS
ESTE PUNZANTE RECUERDO
ES AMOR, QUE NO SE OLVIDA.

-Luis Chinchilla Elizondo-


DEMOCRACIA

Otro de los grandes problemas que tienen las democracias actuales es el siguiente: necesitan contentar a todo el mundo, incluso a las minorías.
¿Por qué pienso que esto supone un problema? Como ya comenté en el artículo anterior, es algo obvio el hecho de que todos no somos iguales ni pensamos de la misma forma. Vivimos en una sociedad excesivamente poblada y diversificada; esta situación conlleva dos problemas: el primero es que cualquier corriente de pensamiento que se nos ocurra, por estrafalaria que sea, será seguro que encontrará cientos de adeptos y personas que darían cualquier cosa, incluso la vida en algunos casos, por defenderla, teniendo en cuenta el nivel tan alto de exigencia que estamos alcanzando los ciudadanos de a pie (en muchos casos injustificada), tal y como predijo Ortega y Gasset en su libro La rebelión de las masas.
Si este primer problema deriva de la diversidad a la que hacía referencia, el segundo es consecuencia del exceso de población tan brutal a que está sometido el planeta, que hace que cualquier minoría esté compuesta por miles de individuos. Y, como todos sabemos, tal cantidad de personas hacen mucho ruido e, incluso, pueden hacer mucho daño si se lo proponen. De ahí que cualquier gobierno que se precie se vea en la necesidad de contentar a cualquier minoría que pueda causarles problemas.
¿Pero qué ocurre cuando aparecen grupos con ideas contrarias? Sería lógico pensar que se tratará de complacer a aquél que pueda ser más problemático, es decir, al que haga más ruido. Si no existen grandes diferencias al respecto, lo normal sería satisfacer las necesidades de aquellos que presenten una ideología más cercana a la de los líderes de turno, o algún otro tipo de acercamiento con estos, ya sea de amistad, familiar o por intereses económicos. Lo cual provocará el enojo de los partidos en la oposición que, inmediatamente, tomarán partido por la minoría más desfavorecida, ocasionando las consiguientes divisiones en la población y la alteración de la vida pública por problemas que a priori sólo eran competencia de unos pocos.
Se me ocurre un ejemplo ficticio (un poco tonto, pero sólo es eso, un ejemplo). Pongamos que a alguien le da por constituir una asociación en defensa del escarabajo de la patata, alegando que éste se encuentra en peligro de extinción debido al uso de pesticidas. Por lo ya expuesto, pronto, dicha asociación crecerá en integrantes, consiguiendo formar un numeroso grupo de personas preocupadas por el futuro de dicho coleóptero, aunque sin dejar de ser una minoría poco importante en el conjunto de la sociedad.
Pues bien, no tardará en aparecer otra sociedad de individuos equivalente que se declaren detractores del escarabajo de la patata, por el mucho daño que éste hace a los cultivos, por ejemplo. De la misma manera, también esta última asociación se verá pronto aumentada en número de asociados, convirtiéndose así en otro importante grupo, aunque, al igual que el anterior, también de escasa relevancia para el interés general de la población.
Hasta aquí todo transcurriría de un modo normal, pero es de suponer que llegará un momento en el que la administración general deba tomar partido por uno de estos grupos, por ejemplo, cuando llegue la hora de conceder alguna subvención. Llegado el caso, se decantará por uno o por otro a consecuencia de alguno de los motivos ya expuestos (personales, familiares o económicos). Pongamos que se inclina a favor de la asociación que defiende al bicho. Inmediatamente, la oposición lo hará a favor del grupo contrario, aunque hasta ahora no hayan oído hablar de ellos ni le importe en nada el futuro de semejante criatura.
Y ya tendríamos el lío formado; debates públicos, improperios de todo tipo por ambas partes, exaltación general de la clase política,... En poco tiempo, un problema que sólo afectaba a una minoría de la población, habrá llegado, a través de todos los medios de comunicación, a la vida de todos los ciudadanos, obligándolos a tomar partido de alguna forma en dicho debate, y ocasionándose como resultado la consiguiente división entre una población que, hasta este momento, se encontraba totalmente ajena a semejante disyuntiva.
Como ya he dicho, el ejemplo es un poco tonto, y puede parecer exagerado; pero si lo extrapolamos a otros asuntos más relevantes de la vida pública, comprobaremos que así es como funciona la política, al menos en este país, donde, gobierno y oposición (y con ellos el resto de la población) se encuentran continuamente enfrentados por supuestos problemas en los que, en la mayoría de los casos, es un simple cambio de punto de vista el que origina la división, en vez del grave problema que nuestros líderes pretenden hacernos ver, justificando así su “importante” e “imprescindible” labor en esta nación.
Como dije al principio, este es otro de los grandes problemas con los que se enfrenta la democracia que todos conocemos y que, por supuesto, a todos nos afecta. Y es así porque, al tener tanto peso una oposición, si ésta se lo propone, puede dar al traste fácilmente con cualquier proyecto político que pretenda implantar el gobierno de turno, elegido libre y democráticamente por la mayoría de los ciudadanos, sea éste mejor o peor, atrasando de esta manera el desarrollo social de todo el país. Esto es algo inevitable, ya que, como todos sabemos, el principal interés de todo partido político siempre será llegar al poder (o mantenerse en él), a costa de lo que sea, incluso, del bienestar de la población. Quizás su segunda preferencia pueda ser la felicidad de los ciudadanos, pero mientras siga siendo sólo la segunda, nada tendremos que hacer, porque la lucha por el poder es algo que siempre estará presente en una democracia, donde cada cuatro años se deben de enfrentar los diferentes partidos en las urnas.
Con esta forma de proceder es muy difícil, por no decir imposible, que una persona justa, imparcial y cuya única intención sea mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, pueda optar siquiera a llegar a lo más alto del poder gubernamental, tal y como auguró en su día el filósofo ateniense Sócrates cuando dijo: “Es de todo punto necesario que aquel que combate francamente por la justicia, si ha de salvarse por algún tiempo, viva como un simple particular, y no como hombre público.” Si tengo razón (y ojalá no sea así), nos encontramos en la terrible situación de que nuestro destino siempre se encontrará en manos de personas sin escrúpulos y sin visión de futuro, más allá de los cuatro años pertinentes que les toque gobernar. Para probar dicho argumento basta con escuchar los discursos de los diferentes líderes políticos cuando se encuentran en campaña electoral y durante cualquier otra época del año; apenas difieren. Para ellos, los cuatro años de legislatura suponen una continua campaña electoral, es decir, están constantemente preocupados por ostentar el poder, mantenerlo, o desprestigiar al contrario. Como todos sabemos, durante una compaña electoral, nadie gobierna, así que, si ésta dura cuatro años, saquen sus propias conclusiones.
Por si todo esto fuera poco, nos encontramos aún con otra dificultad añadida. Hay dos formas de ganarse un electorado: una de ellas sería convenciéndolo de que somos mejores que los demás, demostrándolo con hechos. Pero esta es una forma cara, complicada y que sólo da resultados a largo plazo. La otra sería convencer a los ciudadanos de que los demás son peores que nosotros. Esta forma resulta más sencilla, rápida y barata, ya que nuestro lenguaje y nuestra justicia permiten, con facilidad y total impunidad, el engaño, la exageración y la tergiversación de los hechos y de las palabras. Ni que decir tiene cual es la forma que eligen nuestros líderes, porque, si en algo son unos expertos, es en el uso y la práctica de la dialéctica y la retórica, que, dicho sea de paso, es prácticamente el único requisito que se le exige a una persona para aspirar a un alto cargo político (aparte de la falta de escrúpulos).
Por todo lo expuesto, y teniendo en cuenta la tendencia educativa del momento, que Dios nos coja confesados cuando lleguen las futuras generaciones de gobernantes al poder, máxime, considerando el ejemplo que están dando los actuales.


Había llegado en ellos (los doctrinarios) a convertirse en un instinto la impresión radical de que existir es resistir, hincar los talones en tierra para oponerse a la corriente. En una época como la nuestra, de puras “corrientes” y abandonos, es bueno tomar contacto con hombres que no “se dejen llevar”.
Guizot


Aparte las doctrinas particulares de pensadores individuales, existe en el mundo una fuerte y creciente inclinación a extender en forma extrema el poder de la sociedad sobre el individuo, tanto por medio de la fuerza de la opinión como por la legislativa. Ahora bien, como todos los cambios que se operan en el mundo tienen por efecto el aumento de la fuerza social y la disminución del poder individual, este desbordamiento no es un mal que tienda a desaparecer espontáneamente, sino, al contrario, tiende a hacerse cada vez más formidable. La disposición de los hombres, sea como soberanos, sea como conciudadanos, a imponer a los demás como regla de conducta su opinión y sus gustos, se halla tan enérgicamente sustentada por algunos de los mejores y algunos de los peores sentimientos inherentes a la naturaleza humana, que casi nunca se contiene más que por faltarle poder. Y como el poder no parece hallarse en vía de declinar, sino de crecer, debemos esperar, a menos que una fuerte barrera de convicción moral no se eleve contra el mal, debemos esperar, digo, que en las condiciones presentes del mundo esta disposición no hará sino aumentar.
John Stuart Mill

La misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban.
Ortega y Gasset



Por Pedro Estudillo Butrón


Elaboré un avión de papel para escapar lejos y no volverte a ver; sentía explotar de dolor el alma y recordé tus abrazos… y me acordé de tus besos… recordé tu aroma y tu piel…y tu pubis… y rememoré que nunca te he podido olvidar… evoque la brisa que arrastró el perfume de nuestros besos y palideció el carmín de mis labios, al no respirar tu aroma. Se marchitaron las horas y el color de los ojos por la agonía ¡Se que tu amor, nunca volverá! El pasado será: el profeta de nuestro futuro. Deja que los besos de mis caricias, vuelen como alcatraces sobre tu cuerpo desnudo. Soy el chupaflor de la luna llena de tu corazón y de las esencias de la flor del placer. Dentro de tu carne, aún palpitan las huellas de los silencios de tus malos pasos. Te enseñé a soñar como un caudaloso río brillante y a palpitar como la sangre errante, saltando de errores a aciertos y algunas veces a la inversa… A veces intento alejarme, fatigado por tus necedades. Te extrañaré… pero el solo imaginar con no encontrarte, hace que recule mi alma, baje la cabeza y se olvide del daño. Es fácil aprender a amar y difícil…casi imposible: ¡Olvidar!


Por Héctor J. Cediel Guzmán
Bogotá (Colombia)



¡Amada amante! ¡La culpa siempre es del primer beso! Me acostumbre a revivir los versos de las canciones contigo… me enamoré beso a beso de las palabras amorosas de tu piel… creí que Desiderata era la máxima maravilla para ablandar sentimientos… transcribí en versos las imágenes que me inspiraba tu cuerpo; me acostumbré al verde de tu mirada, al rojo de tus caricias, al azul de tus besos… no imagino el frío de la oscuridad sin ti… se pregona un otoño y ya me siento triste… Necesito sentir tus labios, para que broten los versos que invernan en mi corazón… ¡Hay tanto amor, dentro de mí! ¡Hay tanto amor, que me exploto! ¡Deja que tus caricias, abran las exclusas! ¡Déjame inundarte y sospecharte preñada! ¡Déjame imaginarte hasta la perplejidad de la madrugada!


Por Héctor J. Cediel Guzmán
Bogotá (Colombia)


YO SOY UN HOMBRE SINCERO

“Esa marcha hacia la desintegración
que ha sido el vivir nacional cubano”.
JOSÉ LEZAMA LIMA

Yo soy un hombre sincero
de donde no nace la palma
mediterráneo del mundo soy
a los mágicos palmares voy
y de su glorioso sitio retorno
a mi entorno de radiantes soles
y azules bucles de espumas
de sales que besan arena dura.
Mi verso desea ser surtidor
de gargantas de intramuros
que venza los silencios mudos
y sea expresión hermosa
de corales breves y sencillas
enarbolada bandera de azules
que acaricie como manto de flores
los caminos de ambas orillas.
No oculto en mi pecho bravo
el tremendo dolor que me hiere
la desintegración de la nobleza
y el entendimiento engullido por sierpes
que creen que el resplandor de la belleza
es la señal terrible del enemigo.
¡Ay!, ese crisol tan joven
que no sabe definir su hermosura.

Por Francisco Jesús Muñoz Soler

No hay comentarios: